Lunes. 4 de la madrugada. Aeropuerto David Ben Gurion.Tel Aviv
Cuesta escribir cuando ya son las cuatro de la mañana en el aeropuerto de Tel Aviv. Espero mi vuelo a Roma y tengo un ratejo para comentaros mis pequeñas anécdotas con los controles de seguridad. Hoy ha tocado bajarse los pantalones.
De esta vez se puede decir que he tenido suerte. Los controles de seguridad sólo han durado dos horas y media. Como suele ser de costumbre, un chaval, por cierto muy majo, ha abierto mi maleta, la ha alborotado de arriba a abajo, toqueteado, manoseado e incluso 'violado' sin cesar.
En esos momentos sentía una cierta empatía con mi pobre maleta. En mi cabeza pensaba "pobre, tiene que soportar que se adentren en sus intimidades con la única protección de unos guantes de plástico". Pobre, pobrecita reflexionaba yo mientras veía calcetines, ropa interior, camisetas y mi pequeño ordenador repartidos por una caja negra, epicentro de los chequeos nocturnos.
Lo que no me esperaba esta vez es que el chequeo llegara también a mis intimidades. Esta vez me han metido en un pequeño vestuario, parecido a un confesionario, en el cual he tenido que sacar todo lo que tenía en los bolsillos, descalzarme y esperar. Todo esto a las 3 de la madrugada y sin dormir. Cayéndome por las esquinas y hablando sobre el Madrid y el Barça con el chaval encargado del chequeo. Nuevamente la suerte es que ha sido majo y no un borde como en otras ocasiones.
Tras pasar el detector de metales y ver que el botón de mis pantalones es más grande de lo normal, o eso dicen ellos, mi 'amiguete' momentáneo me comenta, creo que con cierta vergüenza, que debo bajarme los pantalones. En ese momento digo: "Mateo, tu y tu maleta ya sois un ente único, manoseado y toqueteado hasta el más mínimo detalle".
Lo dicho, abajo pantalones y la máquinita detectora de metales se desliza por cada una de las partes de mi cuerpo. Todas y cada una. Yo diciendo "mira tu por donde la maquinita quiere juerga"...
Estas historias de chequeos siempre tienen anécdota. En el mismo instante en el que estaban con mi registro escucho una voz, habla inglés, diciendo "si yo respeto mucho Israel, tengo mucho respeto al país, me parece muy bien todas estas medidas de seguridad, son geniales".
La voz tenía una carga irónica enorme. Al mismo tiempo esta voz de un hombre hablando inglés preguntaba si no era posible fumarse un cigarrito mientras lo chequean de arriba a abajo. El pobre estaría ya harto de las típicas preguntas del interrogatorio previo a volar y diría " hagamos un poco de cómico".
A mi por lo menos, esa voz del follonero inglés me animó a pasar el mal rato y la humillación de terminar literalmente con los pantalones por las rodillas. Nuevamente y siguiendo el mito de este querido siglo XXI la seguridad se ha convertido, o la hemos convertido, en la nueva diosa de la democracia. Ella manda, nosotros obedecemos. Amén.
PD: Cualquier tipo de desvarío, comentario extraño o irracional deriva del cansancio y el sueño propios de estas horas.
Mateo Rouco
Estudiante erasmus en Israel.
Colaborador de Expansión desde Oriente Medio.