Cerrar los ojos y ver casi dos años de aventuras. ¡Qué experiencia! Mes tras mes he aprendido una cosa nueva en Oriente Medio.Y ahora me siento a escribir sabiendo que estoy a dos día de mi marcha.
Recuerdo mis últimas días en El Cairo, de donde acabo de llegar, como un pasado que ya pronto será lejano. Esa ciudad, rendida ante la majestuosidad de las pirámides, lucha ahora por encontrar el orden ante un caos generalizado.
Egipto ha cambiado mucho desde mi llegada a Oriente Medio. Aquellos con los que he hablado estos días me han dicho que no están contentos con Mursi, consideran que es una marioneta de los hermanos musulmanes. Otros, en cambio, dicen preferir la vuelta de Mubarak, su antiguo dictador. Con él tenían seguridad, turismo y más dinero. Ahora hay más pobreza, más caos político, inestabilidad y un turismo colapsado que daña las entrañas de la economía egipcia.
Un artista local pinta un coche calcinado situado en una de las entradas a la plaza Tahrir |
Egipto ha sido la última gran aventura de mi paso por Oriente Medio. Desde Tel Aviv hasta el Cairo he viajado cruzando el desierto del Negev, recorriendo la península del Sinaí, ahora zona peligrosa por los secuestros que se han producido en la zona, viendo el maravilloso mar rojo por la ventana de mi autobús y llegando finalmente a El Cairo tras casi 32 horas de viaje.
Todo ha sido increíble. Un viaje inolvidable. Una experiencia única. Sentir la revolución egipcia en el corazón de la plaza Tahrir ha sido una sensación indescriptible. El día que pisé por primera vez la plaza había una tormenta de arena sobre la ciudad que impedía ver los edificios a dos bloques de nuestros pies. La tormenta de arena pintaba un escenario de película. Al acercarnos a la rotonda donde duermen los revolucionarios nos encontramos con un hombre que nos dice que no saquemos fotos en la plaza. Su mirada penetrante y cabreada nos inquieta. A su mirada amenazante le acompañan estas palabras: "en Tahrir solo hay hombres peligrosos".
Mirando a nuestro alrededor vemos niños descalzos y sucios. Niños pequeños que se entretienen lanzando piedras al otro lado de los bloques de hormigón que se han puesto en las calles adyacentes a la playa para evitar el acceso a la misma. Al lado del museo egipcio vemos como un gran edificio, antiguo cuartel general de Mubarak, está ahora quemado y abandonado. En varias de las calles al lado de Tahrir encontramos coches en cenizas y un gran número de grafitis. Las tiendas de souvenirs se apresuran a sacar rédito a la revolución vendiendo camisetas sobre la revolución, banderitas, etc...
Muchos de los que ahora visitamos El Cairo lo hacemos por curiosidad. Esa curiosidad que nos lleva a viajar por el mundo descubriendo nuevos países y sus gentes. Las ganas de aprender y de descubrir qué es lo que está pasando es el denominador común de muchos de los extranjeros que ahora caminan por las calles de El Cairo. Hay muchas historias que contar sobre mi viaje a El Cairo, sobre mis días en Israel y Palestina pero ahora debo aprovechar mis dos últimos días en Israel. Luego os cuento
Vistas del museo egipcio al lado del edificio calcinado, antiguo cuartel general de Mubarak. |
Cocha calcinado al lado de bloques de hormigón que bloquean una de las calles de acceso a Tahrir |