Chutzpah es una palabra extraña elaborada con el objetivo de definir un tipo de comportamiento que desgraciadamente en Israel es común y resulta para buena parte de los extranjeros un tanto molesto: la mala educación.
Os cuento lo que me pasó hace poco tiempo. Estaba en mi apartamento por la tarde, típico momento de estudio, música y café calentito- aunque estemos en Oriente Medio ahora hace frío- cuando alguien llama a mi puerta. Oigo varias voces, abro la puerta y me encuentro a un grupo de seis personas.
Por suerte uno hablaba español y me explica que vienen con una agente inmobiliaria que quiere enseñar mi piso porque está en la misma situación que uno en el bloque de al lado. Quieren enseñarle a posibles compradores como quedaría reformado si compran el gemelo de mi apartamento.
De inmediato la familia invade mi casa sin apenas pedir permiso, miran las habitaciones, el baño, la cocina, hasta diseñan un plano de la distribución de la casa y al mismo tiempo yo me quedo de piedra en el medio del salón. No tengo ni idea de cómo actuar pero vamos ya me han alterado una buena tarde. En mi cabeza salta el concepto "Estoy harto de la maldita chutzpa"
Pero donde realmente se manifiesta esta palabreja es en el supermercado, panadería, cogiendo el bus o en cualquier cola de espera que uno tenga por delante. La gente empuja, intenta colarse, son presas de la ansiedad, quieren todo al instante y da igual si tienen que colarse delante de tu cara sin ningún tipo de disimulo.
La sensación es horrible. Intentar subir a un bus y que todo el mundo te empuje o colocar tu compra en la caja para pagar y pase alguien delante y pague sin que te dé tiempo ni siquiera a parpadear. Hay días que hasta evito ir al supermercado porque este tipo de escenas me ponen de mal humor.
Pero esa chutzpa de la que hablo también se traslada a los negocios y a la vida social.
¿Cuánto recibes de beca?, ¿Cómo te pagas el apartamento?o ¿Cuánto cobran tus padres? Son preguntas habituales incluso cuando conoces a alguien por primera vez. Nadie se limita a la hora de hacer preguntas que habitualmente en España resultan incómodas.
La cara buena de la moneda se manifiesta en los negocios. Ya he escuchado comentarios de empresarios que presumen de que " aquí no necesitamos poner corbata o incluso podemos ir en vaqueros". Esa parte de mala educación israelí hace que en muchas ocasiones consigan sus objetivos mucho antes y hagan que las relaciones sean más directas.
En una negociación, por ejemplo, los empresarios israelís son directos. Si les interesa el proyecto te lo dicen y si no les interesa también. Y en caso de que quieran hacer negocios irán al grano sin pensárselo dos veces.
Recuerdo un Congreso con empresas españolas que se vinieron a Tel Aviv para crear nuevos acuerdos y abrir negocio en Oriente Medio y algunos me decían que precisamente ese carácter israelí, esa chutzpa, hacía que las negociaciones fueran más rápidas y directas y por lo tanto más sencillas.
En los negocios va bien. Quizás entre conocidos pueda aceptarse cierta mala educación. Pero en el día a día, la mala educación israelí harta. Obviamente no todos son así y hay quien reniega de este tipo de maneras sociales. Hay israelíes que también se enervan con el comportamiento de sus compatriotas, yo lo he visto en alguna ocasión, y que aseguran que ya están cansados de la gente que se comporta así.
Otros en cambio te animan a adoptar ese modo de vida. A veces hasta yo mismo lo he probado, las colas se hacen más cortas y te ahorras una sesión de enervamiento gratuito.
Mateo Rouco
Estudiante erasmus en Israel.
Colaborador de Expansión desde Oriente Medio.