Sentado en el tren camino de el aeropuerto de Tel Aviv observo a través
de la ventana una zona desértica , máxima expresión de mi estado de ánimo actual.
Acabo una etapa y siento que estoy al final de una larga travesía por un
desierto lleno de pensamientos, recuerdos y expectativas.
He finalizado mis estudios en Israel y este tren me aleja poco a poco de
un espacio de tiempo que ha cambiado mi vida y mi persona. Acabo de despedir a
mi mejor amigo Théo Flechais y a Laure
Sarlin, mi mejor amiga. Con ellos he vivido tanto que decir adiós y separarme
de ellos es realmente duro. En este lugar se aprende con la experiencia pero
también con el apoyo de buenos amigos porque aquí ellos son tu familia.
Mientras pienso en estas amistades el tren avanza para dejarme hora y media más
tarde a las puertas de un avión que inicia una nueva vida. Escribo porque hacerlo me purifica y me ayuda a llevar mejor el proceso
del adiós. Y durante este camino la gente que me rodea sigue con su vida
habitual. Me mirarán como ese europeo sentado en una butaca con un pequeño ordenador
escribiendo con rostro triste y ojos brillantes. Me da absolutamente igual
porque siento que tengo que escribir..
Todos hemos vivido este proceso y
a todos nos afecta en mayor o menor medida. Pero este adiós es momentáneo. Yo
me vuelvo a Israel. Ahora tomaré un respiro en España y pronto volveré para
comenzar una nueva etapa lejos de Beersheba y en una nueva ciudad: Tel Aviv.
Allí comenzaré a hacer prácticas, ya no seré estudiante y descubriré una nueva
visión de este país acompañado de gente diferente.
Creo que Israel ofrece la oportunidad de conocer a gente muy diferente, con muchas inquietudes y grandes valores que vienen a estudiar sobre la guerra y la
paz. Aquí venimos con mil preguntas y nos vamos con millones. Lo bueno es que,
en el proceso, conseguimos algunas respuestas, ampliamos horizontes, tenemos
una mayor visión de lo que aquí pasa, aprendemos idiomas, hacemos amistades,
mejoramos y sufrimos y lo más importante aprendemos.
Aquí he aprendido el valor de la vida y la muerte, el valor de la paz,
la importancia de la religión en una sociedad, las diferencias culturales entre
diferentes grupos sociales y sobre todo la importancia de la confianza y las
relaciones verdaderas de amistad. En España llegó un punto en el que vi que
gran parte de mi entorno se preocupaba de salir de fiesta, estudiar, trabajar y
conseguir tener novia o novio. Pero faltaba algo. Falta algo en nuestra
sociedad.
En Israel he visto y vivido tantas y tantas cosas que volver a mi
sociedad no logra encajar con mi visión actual del mundo. Pero Sefarad, como
aquí llaman a España, es y será siempre mi casa. Habrá pues que volver a ella,
aunque sea por vacaciones.
En Agosto vuelvo